viernes, 18 de agosto de 2017

Apagón vacacional

Bueno, pues ya está.

C'est fini. È finita. The end.

Mis vacaciones han volado.

¡¡¡¡¡NOOOOOO!!!!

Totalmente en contra de mi voluntad, esta semana he vuelto currar. Como persona adulta y madura he procurado tomármelo bien y no hacer un drama de semejante TRAGEDIA, pero, queridos lectores, ya os adelanto que no he tenido mucho éxito en esa ardua tarea. Podría decirse que lo llevo mal. Muy mal. De pena. Para qué os voy a engañar.

Uno de los factores que más influyen en mi desgarrador estado anímico es que las vacaciones han cumplido a la perfección una de sus principales funciones, la de DESCONEXIÓN ABSOLUTA, por lo que la vuelta me ha cogido totalmente por sorpresa. Durante una temporada no he pensado en nada remotamente relacionado con mi curro. Ni con mis movidas habituales. Ni con mi interminable lista de tareas pendientes. Ni con mi vida normal. No he contado cuantos días quedaban para que ese paréntesis se acabara ni he recordado si tenía que hacer algo a la vuelta. NADA.

Estas semanas NO HE PENSADO. Y lo pongo así, en mayúsculas, porque en mí eso es todo un milagro. Una autentica proeza. No sé ni como lo he hecho. Supongo que tiene algo que ver con que mi móvil se escacharró al principio de las vacaciones y aproveché la circunstancia para hacer un apagón tecnológico. Y como la medida me sentó muy bien, sin querer fui ampliando los apagones a muchas otras áreas de mi cerebro. Desconecté las neuronas preocupadas por mi eternamente incierto futuro. Apagué las conexiones centradas en mi caótico presente, lleno de gente que va y viene y a los que es cada vez más difícil conservar. Dejé de estar pendiente de los miles de cumpleaños y el tsunami regalístico perpetuo que es mi día a día. No reparé en lo rápido que cumplen años los SpeedySpadres y todo lo que eso va a conllevar de aquí a nada. Me olvidé los cientos de reformas y mejoras que tendría que hacer en mi superguarida. Ignoré todo lo que me falta y la preocupación por lo que debería estar haciendo para conseguirlo. Estas vacaciones, simplemente, he cerrado el chiringuito. Me ha faltado cambiarme de nombre para que pareciera que me había colado en la vida de otra persona.

Ha estado bien, pero ahora el problema es volver. Tras el apagón tecnológico, en mi móvil hay cerca de 5000 mensajes de whatsapp sin leer con los que ni me planteo intentar ponerme al día, porque no me siento capaz. Una cosa parecida ocurre en mi cerebro. Mis temas sin resolver se han acumulado y ahora me está costando la vida misma volver a buscar soluciones...

Estoy cansada. No quiero. No me apetece. Necesito más vacaciones.

viernes, 11 de agosto de 2017

A ver cuándo espabilo...

Acabo de volver de unas vacaciones surperchachis en las que, fundamentalmente, me he dedicado a triscar por bosques, ríos y pantanos de las formas más entretenidas y diversas. He bajado a cuevas profundas. Me he lanzado al vacío desde siete metros de altura. He navegado-naufragado en piraguas de todos los tamaños. He practicado tiro con arco. Y en general me he dedicado a jugarme la vida mientras me partía de risa por mi propia inutilidad y la mala leche de mis compañeros de aventura, todos ellos doctores honoris causa en hijoputismo gratuito. Qué horror.

El caso es que estos días ha habido tiempo para todo. Para respirar aire puro. Para ejercitar los músculos (sobre todo los abdominales, a causa de las carcajadas). Para conocer paisajes nuevos. Para salir de juerga. Para confraternizar con la naturaleza. Y venga, lo voy a confesar ya, que sé que lo estáis deseando, para confraternizar con otros seres humanos. "Confraternizar" con y sin comillas, queridos lectores. Vosotros ya me entendéis...

Desafortunadamente a mi, como suele ocurrirme en los últimos tiempos, me han faltado las comillas y estaba pensando en mi laaargo viaje de regreso a casa por qué leches me han faltado. Quiero decir... En ese nutrido grupo de aventureros, material había. A lo mejor no material para sacar un novio en condiciones ni un amor para toda la vida (tampoco le pidamos peras al olmo) pero para unas comillas temporales de jijijaja y lo que surja, pues sí. Y vosotros os preguntaréis, ¿y entonces qué ha fallado? Y yo os respondo: Ni repajolera idea.

Supongo que mi proverbial inutilidad para asuntos ligoteriles habrá tenido bastante que ver. Y que tampoco habrá ayudado mi extrema lentitud para coscarme de que alguien me hace tilín o mini-tilín. Así que dentro de mi cabeza los temas cardíacos han transcurrido tal que así:

1º día. ¡Uy, cuánta gente! Voy a concentrarme en aprenderme todos los nombres, que eso siempre queda guay de primeras. Y sobre todo me iría bien centrarme en sobrevivir, porque bajando a esa cueva con estas zapatillas cutronas se me puede tragar la tierra.

2º día. Pues es todo el mundo muy majo. Oye, y cuánto me he reído con Juanito, Fulanito, Menganito y Zrutanito que son con los que he coincidido en el turno, ¿no? Muy bien. Y un día más que hemos escapado de las garras de la muerte, estupendo.

3º día. Hay qué ver, qué amables Juanito, Fulanito y Zrutanito ayudando a los que se quedaban atrás, ¿eh? Así da gusto. Y he visto pasar toda mi vida ante mis ojos, pero al final he saltado al río desde 7 metros de altura. No se lo va a creer nadie cuando lo cuente...

4º día. Quién diría que iba a tener tanto de qué hablar con Fulanito y Zrutanito, ¿verdad? Con lo distintos que parecíamos al principio.... Claro que estar al borde mismo de morir deshidratados tras 20 kilómetros de senderismo bajo el solazo abrasador unen a cualquiera. Nota mental: llevar siempre un par de botellas de agua. SIEMPRE. Hasta para ir a comprar el pan cada mañana.

5º día. ¡Solecito! Qué buen día ha salid¡JOER, QUÉ BRAZACOS LE HACE ESA CAMISETA A ZRUTANITO!, ¿no? Pero, pero, pero...¿siempre ha tenido esos brazos? ¿Y esos abdominales? ¿Y yo no me he dado cuenta hasta ahora?

Pues no, queridos lectores, no me había dado cuenta hasta entonces. Entre mi despiste natural y mi concentración absoluta en mantenerme con vida, cinco días me llevó coscarme de que Zrutanito me valía para "confraternizar" con comillas. A otras compañeras de viaje les costó menos, pusieron el intermitente, me adelantaron por la derecha y al turrón. Como debe ser.

El caso es que, repasando las fotos en el viaje de vuelta, reparé en que, mientras yo estaba completamente a por uvas, Zrutanito se sentaba siempre en mi misma mesa, remaba en la piragua de al lado, me sujetaba la cuerda en las partes más complicadas de la cueva y me ayudaba a ponerme el neopreno cuando parecía imposible subir la cremallera de esa prenda infernal. Y recordé también lo mucho que nos reímos esos días porque "Speedy, tú y yo tenemos un humor muy parecido, somos muy irónicos". Así que viéndole con la compañera espabilada que se me había adelantado no pude evitar pensar que yo seré una lenta que no se cosca de nada pero que...





Pues eso. Que a ver si espabilo para la próxima. ;P