viernes, 19 de agosto de 2016

SpeedySurfera

Diría que estas vacaciones he estado haciendo surf pero no estoy muy segura de que la Real Academia de la Lengua Española estuviera totalmente de acuerdo conmigo. Según el diccionario esta actividad es un "deporte náutico consistente en mantenerse en equilibrio encima de una tabla especial que se desplaza sobre la cresta de las olas" y lo que yo he hecho tenía poco de deporte, menos de equilibrio y nada de ENCIMA de la cresta de la ola. Debajo, puede. En el interior también sería aproximado. Pero encima, encima... regulín.

Aún así ha sido genial. Estupendo. Divertidísimo. Y agotador. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien en medio de mamporros y golpetazos. Puede que hayáis notado un descenso en el nivel del mar de todo el agua salada que he tragado, pero aparte de ese pequeño detalle, no ha habido grandes males que lamentar. Y en la parte de los positivos está el nacimiento de mi alter ego: SpeedySurfera, Despreocupada, intrépida y más despeinada que la Speedy normal (que ya es decir) SpeedySurfera aguanta estoicamente los envites de las olas (reales y figuradas). Y ha surgido de las entrañas de los océanos con marcas corporales que la identifican, como a buena superheroina:

-Las "caricias" de la tabla empujada por la furia del agua me ha dejado moratones por todas partes, pero tengo uno especialmente morado-negruzco, perfectamente redondo que más que un cardenal parece un tatuaje. Y me ha salido en el tobillo, juuuuuuuusto en el único sitio en el que yo me plantearía hacerme un tatuaje. Así lo considero una señal, mi marca surfera, y se lo voy enseñando a todo el mundo al explicar mis aventuras acuáticas.

-Como Clark Kent se diferencia de Superman por las gafas, yo me distingo de SpeedySurfera por el pelo. Ella tiene unas ondas informales sospechosamente bien fijadas gracias al salitre, supongo. Va despeinada a más no poder pero con un toque de estilo que pega a tope con su tono bicolor de piel, cambio corporal que paso a explicar en el siguiente párrafo.

-Lo de bicolor lo digo porque SpeedySurfera es mulata de cara, pies y manos y blanca caucásica en el resto de la superficie de su piel. Lo llaman moreno-neopreno y es el último grito en bronceados. Si no lo conocíais es que no leéis suficientes revistas del corazón.

Además de las evidentes diferencias físicas, mi nuevo alter ego y yo nos diferenciamos en el carácter. Ella es mucho más zhen que yo, y salvo algún grito desesperado de "¡¡quiero ir a tomarrrrr el sollll!!" entre olazo y olazo, suele estar feliz, relajada y positiva. No os digo más que ha estado a punto de traerse a un surfero buenorro metido en la maleta...

Dicho lo cual, sólo me queda una cosa que añadir. y parecía tonta SpeedySurfera cuando la cambiamos por el burro. ;P

sábado, 6 de agosto de 2016

Sobrinismo extremo

He pasado ya el ecuador de mis merecidísimas vacaciones. Voy a dejar a un lado el gigantesco peso dramático que encierra la idea de que ya me quedan pocos días libres más y voy a hacer un balance provisional.

Lo primero y principal a resaltar es que sigo viva. Este punto es reseñable porque llevo casi 15 días inmersa en infinitas jornadas de sobrinismo extremo que a punto han estado de acabar conmigo. Quien tenga sobrinos (en mi caso unos cuantos) sabe de lo que hablo. Yo no sé que esperan las autoridades para declarar el cuidado de pequeños superhéroes como deporte olímpico. Si se hubieran dado más prisa ahora mismo estaría en Río luchando por mantener alto el nivel de medallas de oro del equipo español. Tiembla, Nadal.

Y menos risitas irónicas de esos padrazos y madrazas que me leen desde el otro lado de la pantalla tomándome por una floja, que no es lo mismo ser progenitor/a que tío/a. Los que habéis dado la vida a vuestros churumbeles tenéis la autoridad de vuestra parte, podéis imponeros (o al menos intentarlo). Los que somos cuidadores temporales no contamos con esa arma. A mi, en concreto, mis adorables sobrinos me toman por el pito del sereno lo que convierte tareas teóricamente sencillas y rápidas como ponerse los zapatos en infinitas torturas chinas. In-fi-ni-tas. Y claro, de ahí la complicación.

Y a ello se suman inesperadas actividades que nunca habrías imaginado abordar en un día normal. Por ejemplo dejarte los pulmones en inflar un cocodrilo que en contra de la costumbre de sus congéneres va a ser un  buen aliado contra las olas. O perseguir a unos speedysobris para que salgan del agua antes de que les crezcan escamas y a otros para que pierdan el miedo y se metan de una vez. O jugar al Uno. La Escoba y Burro hasta que te duelan las manos. O esquivar millones de balonazos sentada en un banco mientras esperas el gol del desempate del emocionantísimo partido de unos diminutos futbolistas. O escalar la tira de árboles y tapias para recuperar pelotas colgadas por inexpertos lanzadores al otro lado de la valla y que eso ni siquiera sirva para conocer y trabar una conveniente amistad con el vecino de al lado, el que tiene en el jardín esa piscina tan enorme. Qué penita.

Así que. tras sobrevivir a este periodo de sobrinismo extremo es hora de cambiar el chip y dedicarme a un quehacer no menos emocionante dadas mis conocidas y notables habilidades físicas para los deportes: un curso de surf. Queridos lectores, en ná y menos me voy a cabalgar las olas unos días. Y ya os contaré, ya, porque me temo que esto va a tener un post. O dos...