miércoles, 16 de abril de 2014

Supermercado de cualidades

Cada uno es como es, eso está más claro que el agua. Algunos rasgos de nuestro carácter podemos mitigarlos, moldearlos o por lo menos intentar mantenerlos medio ocultos y otros ni de coña. Si buscas lo suficiente todos tenemos algo bueno y NADIE se libra de sufrir alguna manía absurda y, a ratos, inaguantable. Lo mejor es conocerse, potenciar lo positivo, lidiar con lo negativo y tirar pa'lante lo más satisfecho con uno mismo que se pueda. Qué remedio.

Aún así soñar es gratis y supongo que todos pensamos alguna vez en las características que nos gustaría tener y que no nos han tocado en la lotería genética. Y no digo sólo lo típico de ser un clon de Claudia Schiffer con el cerebro de Einstein (que también) sino de tener algunos rasgos que de primeras tampoco son nada del otro mundo, pero que nos molan. Si yo entrara en un supermercado imaginario de cualidades seguramente compraría alguna de estas:

-Una risa contagiosa
Esta caía en mi carrito fi-jo. Soy de carcajada fácil y la gente que me la provoca parte con dos minipuntos de ventaja para caerme bien. Yo quiero ser uno de ellos. Lo tienen todo un poco más fácil.

-Autocontrol
¡Ojo! No digo esos sosainas que no se sabe si van o vienen y que son aburridos no, lo siguiente. Digo esos mendas que dicen siempre exactamente lo que quieren decir y adoptan justo la expresión que les apetece poner en cada momento. A los que no se les escapa nada. Será porque yo muchas veces cuento más de lo que me convendría y soy tan expresiva que no sé disimular en absoluto, pero flipo con la gente a la que no le pasa. No sé si tiene las cosas más fáciles, pero seguro que no se ponen tantas zancadillas a ellos mismos como me pongo yo. Eso fijo.

-Oído para los idiomas
Esa capacidad comunicativa que tiene algunos que vayan al país que vayan y sin tener ni papa de lo que se habla allí, se entienden. No sé si por gestos, porque se lo imaginan, porque lo suponen, lo intuyen o porque tienen algún tipo de superpoder, pero hay gente que va por el extranjero como Pedro por su casa. Eso mola. Me apunto.

-Saber arreglarme el pelo
Esto os puede parecer una tontería, pero no lo es. Desde que una plancha de pelo milagrosa entró en mi vida la cosa es un poco menos dramática, pero yo he llevado muchos años unos estilismo capilares altamente preocupantes. Que si fuera porque me daba bastante igual, pues vale que vale. Pero que las muchas veces que he intentado poner fin a mi insubordinación melenuda he tenido un éxito bastante discreto, lo cual es doblemente triste: por el tiempo perdido delante del espejo y por las pintas que sigues teniendo después de tanto esfuerzo. Que a mí no ser habilidosa en otro tipo de manualidades me la chufla, porque no tengo que enseñar uno de mis horribilísimos dibujos al conocer a alguien y nadie me va a preguntar si sé colgar un cuadro la primera vez que hablemos. Y en todo caso, si ese alguien es tan cotilla, siempre puedo mentirle, pero mi pelo indominable a ver como lo escondo si mi interlocutor no es ciego. ¿Entendéis mi drama, ¿no?

Compraría más en el supermercado, pero voy a dejar la tarjeta de crédito temblando y tampoco es plan. ¿Vosotros vais a pillar algo? Por curiosidad... ¿el qué?

sábado, 12 de abril de 2014

La guerra de los caris

A veces te ves envuelta en conflictos en los que no sabes muy buen como te has metido. Guerras encarnizadas sin cuartel donde la escalada de violencia va subiendo sin freno hasta que un día te paras a pensar en como has llegado hasta allí y te das cuenta de que no tienes ni idea. Yo ahora mismo estoy metida de lleno en uno de esos marrones: la guerra de los "caris". Que a vosotros os puede parecer una tontería porque mi Vietnam particular tiene un nombre poco serio, pero que esto está siendo un infierno que no siento las piernas. Como os lo explicaría yo...

Resulta que, como en la Supermovida pasamos tanto estrés y tantos nervios, por una cuestión de simple supervivencia, se dicen muchas tontadas para reírnos y se viven muchas situaciones surrealistas. El tema es que, de pura desesperación, las gracias se repiten y se quedan institucionalizadas para los restos aunque ya nadie se acuerde como surgió la cosa. Para que os hagáis una idea: un día una de mis compas, L, hizo un gazpacho en el que, por error, echó más vinagre que aceite y que terminó siendo un engrudo incomestible. A alguien se le ocurrió llamar a aquel plato Larazpacho y desde entonces esa es la única manera en la que nos dirigimos a mi compa. De hecho no creo que nadie se acuerde de su nombre real...

Eso le tocó a ella, pero aquí hay para todos. Yo, ya os lo he dicho en el título, estoy condenada a sufrir la guerra de los caris. Y es que en algún momento cometí el error de principiante de confesar que ciertos motes cariñosos de pareja (tipo churri, cari, pichoncito) no me terminaban de convencer, lo que animó a los de la Supermovida (a unos más que otros) a llamarme así permanentemente. SIN DES-CAN-SO. Qué horror.

La primera táctica de defensa que intenté fue simular que me daba igual pero cuando llevas toda la tarde oyendo cosas como "mi cari y yo os esperamos en la puerta", "¿me prestas los apuntes, cari?" y "oye, a ver, no os metáis con mi cari" las reservas de paciencia se terminan agotando, así que decidí pasar a la ofensiva. ¡Y en qué hora!

Mi maravillosa estrategia de ataque era responder al fuego de "caris" con "pichoncitos", lo que dio lugar a conversaciones en el grupo de whatsapp que podrían llegar a inducir a un coma diabético:

-Cari, ¿cuandos llegas? Te echamos de menos...
-Me quedan 10 minutos, pichoncito, que he dormido una siesta para ver si se me pasaba el dolor de cabeza y, como ya me encuentro mejor, salgo para allá.
-¡Esa es mi cari, enseñándoles quién manda a los virus de la gripe!

Y todo el rato así o aún más empalagoso. El horror. Lo peor del tema es que mis adversarios resultaron ser inmunes al arma bactereológica "pichoncito" y mi ofensiva no sólo no acabó con la guerra, sino que provocó un salto cualitativo en la escalada de violencia. A los bombardeos de "caris" se unieron armas de destrucción masiva como "bomboncito", "pastelito de crema" y otros postres y aquello, como os podéis imaginar, se convirtió en un infierno insoportable. Llegados a este punto podrías pensar que el lado positivo es que la situación no podría empeorar. Pero os equivocaríais.

Aún no tengo muy claro como, el campo de batalla se trasladó a la economía doméstica y en las conversaciones empezaron a oírse perlas como estas.

-Sí, sí, le he quitado yo el boli a Speedy pero no se lo digas que como se entere esta noche duermo en el sofá.
-Oye, ya vale de decir que has estado hablando en alemán con Maromazo Mudito de vuestro lugar ideal para vivir y que le has invitado a tu hipotética cabaña del árbol en el bosque. A ver si voy a tener que ponerme celoso al final.
-Vale, pues no compramos pepinillos para la cena de grupo que hacemos el viernes porque no te gustan, pero un gatete sí que podremos tener en nuestra casa, ¿no, cari? Que los gatetes hacen mucha compañía y así no me sentiré tan solo cuando tú no estés...

Lo realmente preocupante de todo este tema es que empiezo a padecer el síndrome de Estocolmo, porque el otro día alguien me dijo una burrada de este palo y yo me sorprendí a mí misma contestándole: "Ve comprándote el bono anual de tarifa plana de noches en el sofá, porque te veo allí para los restos".

Madre mía, me han lavado el cerebro.... esto tiene que violar los acuerdos de la Convención de Ginebra. Como mínimo.

lunes, 7 de abril de 2014

Mi vida es muy dura

Mi vida ahora mismo es un caos bastante agobiante. Que como dice Speedybrohter peor es picar en la mina, pero bueno, ahí voy, más liada que la pata de un romano y sin más remedio que dejar de hacer mucho de lo que me gusta para dedicar mi tiempo a mini-torturas chinas. Que son por una buena causa y a la larga me conviene y blablablabla, pero que está siendo un poco horror, la verdad. Por eso me tengo que buscar mis técnicas para ir aguantando el tipo. Y como buena adicta al chocolate, una de ellas es, por supuesto, acudir a mi droga. Sin un cargo de conciencia ni medio, además, porque tengo la excusa perfecta:

-Que son las seis de la tarde, me queda media jornada por delante, sesión nocturna de estudio y no puedo ni con el pelo, pues bollo al canto, que "mi vida es muy dura".
-Que estamos a lunes de una semana que trae bajo el brazo dos exámenes y que viene de un finde en el que no he podido hacer otra cosa que mirar apuntes, pues me meto una palmera entre pecho y espalda, que "mi vida es muy dura"
-Que me toca coger el noveno autobús abarrotado del día y no es, ni de lejos, el último al que me tocará subirme hoy, pues una chocolatina "que mi vida es muy dura".

El caso es que esto igual me estará ayudando a aguantar el tirón, pero lo que es a mantener el tipo... pues ya os podéis imaginar que nada de nada. Mi báscula empieza a hacerme serias recomendaciones y más ahora que se acerca el verano y empiezo a verle las orejas al lobo del calor y piscineos varios. Esto hay que pararlo antes de que acabe en catástrofe y tenga que sumar a mis torturas-chinas otra que se llame "régimen estricto". Porque eso, queridos lectores, desde el fondo del corazón os lo digo, con esta locura de vida no lo podría soportar. Sería ya el colmo de los colmos. La puntilla. El tiro de gracia. Vamos, que no y ya.

Total, a lo que iba, a pedir sugerencias: eliminadas el chocolate y otras formas de hidratos de carbono suministradas por vía oral o intravenosa, ¿qué otras drogas blandas podría atufarme para aguantar el tirón de este caos perpetuo en el que estoy metida?

Y oye, que sean blandas, pero eficaces.... que "mi vida es muy dura".

Esto no os lo había dicho aún, ¿no? ;P

viernes, 4 de abril de 2014

Te veo

Ya nos vamos conociendo. O eso creo, porque contigo nunca se sabe. Eres a la vez el típico super-abierto que dice tontadas desde el minuto uno y el tímido timidísimo que no suelta prenda de sus cosas ni aunque le maten. Hay que escucharte mucho para saber algo de ti. Y creo que yo empiezo a descubrirte.

Una vez me dijiste que te veo siempre. Tú lo decías de coña, claro, para chincharme, pero me parece que diste en el clavo. Y es que me da la sensación de que te veo más que los demás. Que igual pasan los meses, te conozco de verdad, me doy cuenta de que no he dado ni una y se va al traste mi teoría de que calo a las personas. Pero, ahora mismo, creo que te veo.

Porque me río con tus lerdeces perpetuas, pero oigo claramente tus silencios. Cuando todos han contado lo suyo, te llega la ronda y saltas turno, así, como quien no quiere la cosa. Cuando estás en desacuerdo total pero pasas de empezar una discusión, porque pa'qué. Cuando tú ya has dado con la respuesta, los demás aún están a años luz y no dices nada para no desesperarles. Tú crees que no, pero yo oigo esos silencios. Clarísimamente.

Comes como una lima pero estás en la raspa y tienes los dedos más largos y huesudos que he visto jamás. Seguramente por eso escribes tan rápido, porque son como Gadgetodedos que llegan a todas las teclas al mismo tiempo. Esos dedos también te sirven para juguetear con una goma de pelo negra que siempre llevas alrededor de esa muñeca de niño somalí que te gastas. Supongo que la usabas para cogerte coletas cuando tenías la melena horriblemente larga y se te ha quedado la costumbre. O a lo mejor es un recuerdo de algo o de alguien, porque tú eres muy de eso. De ir de tío que pasa de todo y luego guardar absurdeces minúsculas que significan cosas. Y es que, en el fondo de los fondos, no pasas.

Te pones malo con frecuencia y no me extraña, porque fumas como una chimenea y vas en manga corta el 90% del tiempo. Se tienen que alinear los planetas con la órbita de Saturno para verte con jersey y claro, así pasa lo que pasa. Dibujas fatal. FA-TAL. Y lo más gordo es que es pura vagancia, porque, si le pusieras un mínimo de interés, igual lo hacías hasta bien. Lo sé porque hay otras expresiones artísticas que se te dan fenomenal. Tus rosas de papel y tus animales preshistóricos reinventados en cartulina son buenos ejemplos de ello.

Puedes acordarte del más mínimo detalle de temas liosos y super-complicados pero no sabes en qué día vives. Pero no en plan de dudar si es 3 o 4 o lunes o miércoles, sino más bien en plan "¿ya es abril? ¿en serio?" y lo más gordo es que no lo preguntas para hacer la gracia. Tienes la voz profunda, mucho más grave de lo que le pega a alguien con tu físico y hablas super-deprisa, así que la mitad de las veces me tengo que imaginar lo que dices, porque de la tercera palabra al final de la frase no he entendido ni papa.

Si hay una verbo que te define es chinchar. Irritar, hacer rabiar, molestar, pinchar, provocar... cualquier término de ese campo semántico te va que ni pintado. Te encanta tomarle el pelo a todo el mundo, pero sobre todo a mi. Te divierte como nada. Será porque yo no me callo ni debajo del agua y respondo a tu fuego. O porque me ha tocado la china sin más, que vete tú a saber. Pero el caso es que ahí estamos, en batalla perpetua. Y ahora que no me oyes aprovecho para chivarte que tú te meterás conmigo todo lo que quieras, pero que yo te VEO.

Chínchate.