miércoles, 30 de mayo de 2012

Ya es verano

Me da igual lo que diga el calendario, es verano, está claro. Todo son pruebas irrefutables:

-Hace un calorón que te torras. De hecho aquí en Speedytown hemos pasado de fríos polares y una dictadura hídrica que casi nos obliga a navegar en piragua en vez de andar por la calle, a que esto parezca el trópico. Si abres mi armario ahora mismo puedes encontrar el plumas que usaba hace cinco minutos, una cazadora vaquera que me ha dado tiempo a ponerme un milisegundo esta temporada y camisetas de tirantes escotadas, que son lo único que aguanto con el calor que hace desde la semana pasada. Esta confusión climatológica y textil me tiene hecha un lío.

-Tengo exámenes. Mira que en los últimos años he hecho pocos, pero sieeeeeeeeeeeeeeeeempre que me toca estudiar hace buen tiempo. Así, para facilitar la concentración y eso, que como ya de normal estoy muy centrada, pues no me importa.

-La palabra que más oigo últimamente es "vacaciones" (aparte de "prima de riesgo" y "rescate", digo) Que cuándo tienes días libres, que qué tienes pensado hacer... Miles de miles de llamadas y correos intentando cuadrar vacaciones con amigos y familiares, negociando planes, combinando fechas... es el agote total. Entre eso y el buen tiempo, como para ponerse a estudiar nada. Si es que me lo ponen difícil...

-La blogoesfera ya se ha empezado a desinflar. En cuanto sube un poco la temperatura, los mundos blogueriles se vacían: pocos comentarios, menos visitas, casi ninguna entrada... En los días más tórridos de agosto esto parece un desierto y no sólo por el calor. El tema suele empezar a finales de junio, cuando comienza la temporada piscinera, pero no hemos acabado mayo y ya estáis medio desaparecidos.

Pero troncos, ¡qué pronto habéis empezado las vacaciones!, ¿no?

lunes, 28 de mayo de 2012

¿Y si esto no es Casablanca?

Cuando nos va mal (o no nos va tan bien como nos gustaría) tiramos p'alante pensando que no llueve eternamente, que todo mejorará, que nos espera algo estupendo a la vuelta de la esquina. Y nos lo creemos, claro, porque para nosotros somos los protagonistas absolutos de la película de nuestra vida y ya se sabe que los protas nunca acaban mal. Bueno, a no ser que sea un drama y seguro que este no es el caso, porque la banda sonora que nos han puesto no es de las de llorar, así que no tenemos de qué preocuparnos....

Aguantamos como leones pensando que hay que resistir, porque nunca se sabe cuándo las cosas están a punto de cambiar. Y es verdad que no se acaba el partido hasta el pitido final, y que hasta el rabo todo es toro y que no sabremos cómo es de alegre o de triste la peli de nuestra vida hasta que se termine y podamos juzgar el conjunto. Pero lo que también es verdad es que historias hay a patadas. Y no todas son superproducciones de Hollywood con final de cuento de hadas.

Hay historias de ganadores y de perdedores, de héroes y de antihéroes. Algunos protas son sabelotodos al más puro estilo James Bond y otros son los neoróticos inseguros que tanto le gusta retratar a Woody Allen. Unos encuentran al amor de su vida y otros mueren solos. Unos son carismáticos triunfadores con pisos lujosos llenos de amigos con los que se toman Cosmopolitans y otros agonizan de soledad abandonados en cuartuchos oscuros.

No todas las películas son supertaquillazos protagonizados por estrellas del celuloide. También las hay de bajo presupuesto y de serie B y las de la sobremesa de Antena3, que ya son palabras mayores. Hay historias cómicas y de aventuras, pero también dramas y tragedias y pelis de terror.

Cuando nos va mal, resistimos esperando un giro de guión, un milagro de cine que dé un vuelco a los acontecimientos para que todo salga como nosotros queremos. Apretamos los puños para convencernos de que estamos en Lo que el Viento se Llevó, con La Muerte en los talones o Love Story. Pero en los ratos malos bajamos la guardia y no podemos evitar pensar que hay más pelis normalitas que grandes clásicos...

Y si, por casualidad, resulta que no somos los protas de Casablanca, ¡qué pena!, ¿no?

viernes, 25 de mayo de 2012

Primeras conclusiones ciclistas

Dos días después de meterme de lleno en el mundo de las dos ruedas y tras ejercer a tope durante 48 horas mi recién estrenada condición de ciclista, ya me siento preparada para formular algunas conclusiones indiscutibles sobre el tema:

-El ciclismo es malo para la salud. MALÍSIMO. Me duelen a morir las piernas y unos huesos del culo que ni siquiera sabía que exisitían (pero a ver, ¿desde cuándo los mofletillos del trasero tienen hueso debajo? Si total, lo que utilizamos para sentarnos es lo mullido) Y lo peor de todo es que lo que me duele más es el cuello. Yo pedaleo con el tren inferior y lo que se resiente es la parte superior de mi cuerpo. De lo cual saco una conclusión complementaria: el ciclismo no sólo es malo para la salud, sino que carece de toda lógica.

-Sobre dos ruedas los peligros de la vida son mucho más evidentes. Y es que, queridos lectores, la gente está muy loca y desde la bici esto se ve más claro que nunca. Porque, a ver, ¿dónde va todos esos que salen zumbando de los portales como si tuvieran un cohete en el culo y sin mirar? Es imposible esquivarlos a esa velocidad. ¿Y por qué siempre aparecen esos niños kamikazes que te pongas donde te pongas van directos a embestirte cual toritos bravos?

-La gente cree que las bicis dan superpoderes. Si no, no me explico porqué suponen que por ir sobre dos ruedas puedes desintegrarte, volatilizarte en el aire o hacerte pequeño hasta quedarte tamaño llavero. Si no hay sitio para pasar, no hay sitio: puedo pararme, ceder el paso y apartarme hasta chocarme contra las paredes. Pero atraversar los muros con bici o sin ella no es mi superpoder.

-La ciudad está llena de trampas mortales: esquinas que no te dejan ver quien viene por la otra calle y garantizan el choque, puertas de coches aparcados que se abren de improviso y a lo bestia, agujeros inesperados en el suelo y baldosas sueltas en las aceras... El HO-RROR

-El ahorro sobre dos ruedas trae asociado un inmediato superavit de agujetas en las piernas y dolores varios, pero no tengo yo tan claro que se traduzca próximamente en la inyección de capital líquido y cash que me vendría bien. A ver si estoy haciendo el primo invirtiendo en activos tóxicos como el sistema bancario internacional...

Total, que os deseo un feliz fin de semana, porque ya os imagináis dónde voy a pasar yo el mío, ¿no? Exactamente, en mi sofá, recuperándome de tanto ciclismo. Si es que ya os digo siempre que el deporte es malo...

miércoles, 23 de mayo de 2012

Tardes de estudio

Bueno, pues ya está. Lo he vuelto a hacer. Os acordáis de la brasa que os dí hace no tanto con mi examen de alemán, ¿verdad? De lo mal que me salió porque no había dado un palo al agua y de todos los propósitos de enmienda que hice, jurando y perjurando que en junio estudiaría con tiempo, que no me iba a pillar el toro de nuevo... Pues sí, lo habéis adivinado: me ha vuelto a pillar. Y de qué manera.
El final es dentro de nada y no he pegado ni chapa, así que claro, ahora me entran las prisas. El problema es que los años no pasan en balde, y, al igual que ya no tengo la resistencia infinita que tenía en mis años mozos para aguantar cien noches de juerga sucesivas sin dormir lo suficiente, también he perdido la capacidad de hincar codos a última hora en sesiones intensivas e interminables. Me falta aguante y, sobre todo, concentración. Yo intento centrarme y estudiar, pero las mil movidas que tengo en la cabeza lo inundan todo y mis tardes de aprendizaje transcurren más o menos así:

Conjugación del verbo sein: Ich bin, du bist, er ist, wir... ¿he puesto la lavadora? Tendría que poner una, no me queda ni un calcetín limpio y ahora que vuelve a hacer un frío del carajo aunque ya estamos casi en verano, necesito calcetines para por la mañana...

Tronca, Speedy, céntrate, que el examen es ya mismo. Mañana sin calcetines y se acabó. A ver, los verbos modales: dürfen. Ich durf... no, no, éste cambiaba de vocal, Ich darf, du darfs... Será con "s", ¿no? Las segundas personas llevan "s" y... ¡Anda! ¿Y esta página del guión de teatro que hace aquí? Puffff, lo llevo fatal, aún no me sé mi papel de la escena final, con lo larga que es. Y la muestra es dentro de nada. Igual le doy un repaso ahora, ¿o qué? Venga, cuando acabe estos dos folios.

Me pongo con el vocabulario, a ver si me centro más: museo, das Museum (neutro), estación, der Bahnhof (masculino), casa, Haus... Hablando de casas, ¿he mandado el recibo del alquiler? ¿qué día es? ¡A ver si se me ha pasado el plazo! Ah, no, que aún me quedan dos días... Joer, no quiero ni pensar la pila de facturas que tengo pendientes aún de repasar este mes, todo ese montón de encima de la mesa. ¿Qué es eso que me saluda detrás de la montaña de papeles? Debe de ser todo el polvo acumulado desde que no limpio, que se ha unido para formar un ser con vida propia. Yo creo que si le pido que me ayude a estudiar alemán, hasta me hace caso...

Ah, sí, eso, alemán, estooooooo, por dónde iba....El dativo, declinar el artículo en dativo: dem, der, dem... ¿era así? Voy a mirar los apuntes que me mandaron por correo...¡Anda! El amigo, del amigo de mi amigo que conocí el sábado pasado me ha agregado a Facebook. ¿Y eso? ¿Querrá algo conmigo? Pues lo que me faltaba, tiene una pinta de perro del hortelano de agárrate y no te menees, no sé yo si agregarle... aunque estas cosas siempre dan, como mínimo, para alguna entrada del blog.

¡Joer! ¡El blog! ¡Que mañana es miércoles y toca entrada! ¿Que escribo yo ahora? Es más... ¿cómo se dirá blog en alemán? ;P

lunes, 21 de mayo de 2012

Estar

Está mal que yo lo diga, pero la Speedyfamily es un poco raruna. En cuestión de sentimientos son tímidos, reservados... así como p'adentro. Sobre todo para lo malo. Y hablo en tercera persona, porque en eso yo soy distinta. Cuando la vida me manda algún putadón de los suyos, a mí me ayuda contarlo, hablar. A ver, si hasta a vosotros os toca aguantar de vez en cuando las chapas que os suelto aquí en el blog y no os obligan ni lazos de sangre ni años de amistad, ya os podéis imaginar como tengo de fritos a los de mi vida en 3D. Por eso me sorprende cómo combate el dolor la mayoría de la Speedyfamily.

Ellos se lo guardan. Te cuentan lo que les ha pasado, sólo si es absolutamente necesario y no vuelven a tocar el tema. Notas su tristeza porque están apagados y como de mala leche, pero hacen como si no pasara nada así que, claro, tú tienes que hacer lo mismo. Y es horrible porque cuando ocurre algún faenón tamaño XXL, todo lo demás pasa a segundo plano, la vida se paraliza. Y si no se puede hablar de putadón, porque a ellos no les ayuda, y no apetece pensar en ninguna otra cosa, porque todo parece infinitamente pequeño en comparación con el tamaño de la putada, entonces llega el silencio. Ese silencio tan odioso.

Y es que en el Speedyhogar hay siempre un ruido infernal. Hay gritos cuando hay alegría y más gritos aún cuando se produce algún desacuerdo. Hay discusiones absurdas que se olvidan a los cinco minutos y exageraciones y caos. Un caos muy ruidoso. Por eso el silencio casi siempre es mala señal. Y no me gusta.

Lo peor de que la Speedyfamily sea así, como p'adentro, es que hace muy difícil consolarles cuando lo pasan mal. No les ayuda casi nada de lo que puedas hacer o decir, así que no te queda otra que "estar". Que te vean, que sepan que pueden contar contigo. Que si les fallan las piernas, de repente, allí está tu brazo, firme, para agarrarse. Que si se desorientan, allí estás tú, con tu brújula, para guiarles. Que si les faltan las fuerzas, allí estás tú, con las pilas cargadas a tope, para tirar de ellos. Ni te lo piden ni te dejan que se lo digas, tienes que encontrar la manera de hacerles saber que estás allí. Y no siempre es fácil demostrarlo.

Ahora Speedysister peque está pasando un momento muy duro, posiblemente uno de los más duros de su vida  y de lo que le queda por vivir. Como es la más p'adentro de toda la Speedyfamily, a mí me cuesta encontrar formas de apoyarla, porque parece que nada la ayuda, Así que me dedico a "estar", con todas mis fuerzas. Pongo todas mis energías, mi concentración y mi cariño en eso, en "estar". Y cruzo los dedos para que ella sepa que estoy.

viernes, 18 de mayo de 2012

Ahorro sobre dos ruedas

Este maravilloso agujero negro que cariñosamente llamamos "mieeeeerda de crisis" y las políticas que se están aplicando para combatirlo, me han obligado a tomar medidas de ajuste en mi economía personal. Uniéndome a la última moda, he cogido la tijera para hacer recortes en mis ya de por sí maltrechas finanzas, pero la verdad, había poco margen de maniobra. Como reducir más las partidas dedicadas a víveres me parecía peligroso a riesgo de morir de inanición y como las destinadas a nuevas tecnologías no se podían tocar (dada mi triste, pero inevitable adicción a Internet) he tenido que cargarme los fondos reservados para transporte público. Es decir, que a partir de ahora no puedo coger ni un bus ni medio.

Ir a pata a todos los sitios le va a venir estupendo a mi figura y a lo mejor hasta me facilita el ligoteo, ahora que empieza la temporada de piscina y voy a poder lucir el firme, turgente, respingón y espectacular culete que se me va a quedar con tanto paseo. Ahora bien, mi día no tiene suficientes horas para cumplir mi agenda si tengo que ir andando de un sitio a otro, así que he buscado una solución intermedia: la bici.

Aún a riesgo de morir atropellada en el caótico y salvaje tráfico de Speedytown, ese es mi plan de ahorro: pasarme a las dos ruedas. Por eso el otro día saqué del trastero mi bicicleta último modelo (que tiene más años que yo) y la llevé al taller para una puesta a punto que le hacía falta como el comer. Después de más de dos semanas sigue allí, secuestrada y no tiene ninguna pinta de que me la vayan a devolver en breve. Lo cual quiere decir dos cosas: que mi bici estaba hecha una auténtica penita y que mis particulares recortes (perdón, las medidas de eficiencia y racionalización del gasto, como está de moda llamarlas últimamente) tienen hasta ahora un cero en eficacia (¿a qué me recordará a mí eso?)

Total, que mal, mi ahorro va mal. Sobre todo teniendo en cuenta que aún no he hecho la inversión inicial que implica cualquier cambio de dinámica. Todavía tengo que comprarme un candado extra-mega-seguro (que los años de mi bici la convierten en todo un clásico y más de uno la va a mirar con ojos golositos) y algún tipo de invento para llevar todos los bultos (bolso, abrigo, libros...) que arrastro conmigo cada día. Bueno, claro, y toneladas de tiritas, vendas, esparadrapo y todo el material sanitario que me sirva para curar las heridas que me haré al caerme.

Porque sí, estoy concienciada, me la voy a pegar cada dos por tres. Me doy leches a todas horas andando, que es mi medio de locomoción natural, no me las voy a dar sobre dos ruedas. Pero bueno, sobreviviré, tengo el culo duro (de algo me tenía que servir todo lo que he andado en el párrafo de arriba, ¡no? ;P)

Calles de Speedytown, allá voy.

¡DESEADME SUERTE!

miércoles, 16 de mayo de 2012

Miedo

Estos días de aniversario del 15M estamos oyendo de nuevo alguno de sus lemas. Mi favorito es, sin duda, "no tenemos pan para tanto chorizo" (¡cuánta verdad en seis palabras!, ¿eh?) pero hay muchos otros que son estupendos. Ayer oía el de "no tenemos miedo" y pensaba "¡qué suerte!", porque yo sí lo tengo. Un miedo que te cagas.

Me da miedo que este agujero negro, que eufemísticamente llamamos crisis, no tenga fin y nos termine absorbiendo a todos. Cada día parece que tocamos fondo y que no puede ser peor, pero luego llega el siguiente y la cosa se complica aún más. Resistimos contra viento y marea, como jabatos, pero la tempestad arrecia y tira por la borda a toda la tripulación. Los que aún se mantienen en el barco observan impotentes cómo sus compañeros van cayendo al mar, uno a uno, irremediablemente. Y se preguntan aterrorizados quién será el siguiente, cuándo les tocará el turno.

Me da miedo el panorama que quedará cuando este agujero negro se cierre (si es que algún día llega a cerrarse). Me asusta que tengamos que empezar de cero con otras reglas del juego, unas que sólo favorecen a algunos. A muy pocos. Me preocupa no saber jugar a eso, o más bien, no tener capacidad ni resistencia para aguantar ese nivel de competición.

Me da miedo el futuro, o mejor dicho, no ver claro ningún futuro. Me dan escalofríos cada vez que pienso que no sé si podré ganarme la vida a largo plazo y que quizá nunca tenga capacidad económica ni estabilidad suficiente para formar mi propia familia. Que muy probablemente no tendré pensión, porque no habrá suficientes jóvenes trabajando para pagármela y que no dispondré de ahorros para mantenerme por mí misma, porque me habré pasado la vida haciendo malabarismos para sobrevivir día a día.

Pero, sobre todo, me aterroriza creer que no puedo hacer nada para evitar todo esto. Que da igual lo que me queje, y lo que vote, y lo que NO vote y las manifestaciones a las que vaya y las huelgas que secunde, que no conseguiré parar la espiral de destrucción en la que parecemos estar metidos. Me asusta pensar (estar segura) de que son todos iguales, de que ninguno trabaja por nosotros, de que sólo les importan sus sueldos y sus cochazos. Saber que la vida pública es como un patio de recreo en el que sólo se oye "qué dices, que me opongo" y el demoledor argumento del "y tú más". Que nadie tiene ideas, que nadie sabe cómo sacarnos de este infierno. Y lo que es peor, que a nadie le importa una mierda.

Me gustaría creer que todo mejorará. Tener fe en que, entre todos, saldremos de esta. Querría protestar y trabajar para cambiar las cosas y hacer todo lo que hago, sabiendo que lo conseguiré. Pero, desgraciadamente, no lo creo. Y eso me da miedo. Un miedo que te cagas.

lunes, 14 de mayo de 2012

Mucho lirili y poco lerele

Cuando no conozco un tema, es fácil que me la den con queso. Enseguida me creo las milongas. Que te has aprendido dos frases de chino que repites como un loro, a mí me parece que puedes ocupar el sillón "Chi" (o la letra más común de ese idioma) en la Real Academia de la Lengua China. Que sabes algo más de mates que yo (lo cual es muy, pero que muy fácil) pues para mí ya eres poco menos que primo hermano de Einstein. Que eres medio forofo de algún deporte poco conocido y controlas dos reglas y cuatro nombres, pues yo te veo representándonos en las Olimpiadas. Es triste, pero es así.

Me pasa un poco con todo, porque tengo tendencia a llegar tarde a las cosas. Fui la última de mis amigos en unirse a Facebook y durante un tiempo me quedaba flipada cuando hablaban de "etiquetar a alguien" o "de crear un evento". Me parecía el no va más de la tecnología. Después me abrí mi propio perfil en el Caralibro y resulta que no es para tanto. Tres cuartos de lo mismo me pasó con Twitter. Me resistí como gato panza arriba, pero después de mucho oír que si las mejores conversaciones se leen en Twitter, que si Twitter acabó con mi blog, que si esto, que si lo otro... terminé abriéndome uno. Y allí estoy, dándolo todo, pero, para que os voy a engañar, no termino de cogerle el ritmo.

Ocurre igual en el curro. El que ocupa habitualmente un puesto habla de toooooooodas las tareas que tiene que hacer y de lo complicadísimas que son y del enooooooooooorme esfuerzo que requieren. Y después te toca hacerlo a tí... y resulta que no es para tanto. Que suele ser más o menos tan difícil como tu empleo habitual. O que es cuestión de cogerle el truco, como todo.

La gente (en general, claro, siempre hay excepciones) habla desde la cumbre de su infinita sabiduría, sin atisbo de duda. Todo el mundo está mejor informado que nadie, y se entera de todo como el mejor y sabe más que los demás. Todos somos seleccionadores nacionales de fútbol, ministros de Economía, electricistas titulados. Aquí todo perro pichichi arregla el mundo "en dos patás", pero luego sigue todo manga por hombro. ¿Por qué será?

Pues ya os lo digo yo, porque mucho lirili y poco lerele.

viernes, 11 de mayo de 2012

La chispa de la vida

No, la de la Cocacola no, la otra. La conexión, la atracción inmediata con alguien, la magia. Esa descarga de energía, esa sacudida, ese impulso que viene de no se sabe donde. Ese milagro entre dos tan maravilloso como poco frecuente. Lo que viene siendo la chispa, vamos. Que cosa tan raruna, ¿verdad?

Porque... no depende de nada. No es algo físico, al menos no de imagen exterior. Alguien te puede parecer guapísimo de la muerte y que no haya feeling y, sin embargo, que ese "algo" surja con otro alguien que no es nada del otro mundo. Es más, que a ti misma no te parece un adonis. Y aún así, te enciende algo dentro. Y no sabes explicar porqué.

Sobre todo, porque la chispa tampoco depende de lo intelectual. Hay muchísimas personas que nos parecen estupendas, con las que cuadramos al 100% y con las que nos entendemos perfectamente y, sin embargo, no nos causan esa reacción. Son buenos amigos, los queremos, pero el calor que nos provocan no serviría ni para hacer las brasas de una barbacoa. Así de triste.

Y ¡ojo!, que no estoy hablando ni de amor todo el rato siempre, ni de simple atracción física en el sentido más biológicamente básico. Si ese es el caso, quieres al maromo en tu cama, o en tu ducha o en cualquier ubicación que te ponga y si no habla, mejor que mejor, una cosa menos en la que perder el tiempo. Si estás enamorado, es lo contrario: necesitas saber todo de la otra persona, conocer sus gustos, sus anhelos, sus sueños, sus miedos... El amor, si es de verdad, necesita tiempo. La chispa no.

La chispa aparece sin razón, inmediatamente, nada más veros. Puede surgir con alguien que te ha empujado en el autobus sin querer, con un amigo de un amigo o con un jefe nuevo de la planta de abajo. Con el del butano, con el tío guay del compañero de pupitre de tu sobrino pequeño, con el primer ex de tu vecina. Con el musculitos del gimnasio, con el cerebrito de la biblio, con el panadero de la esquina... con quien sea. Aunque no esté disponible y sea una vía muerta. Lo cual es un problema porque...

Porque la chispa es evidente para todo el mundo. Para los implicados desde luego, pero también para todos los que les rodean, que notan perfectamente cómo se espesa el ambiente de todo el feeling que desprenden. Por eso, cuando el calambrazo surge con alguien inadecuado (no disponible), el grado de incomodidad del público asistente aumenta varios enteros, porque la amenaza de cuernos flota en el aire. Siempre hay algún amigo de alguna de las dos partes que se teme lo peor.

Y más teniendo en cuenta que la chispa es recíproca. SIEMPRE. Tiene que ser un calambrazo, una transmisión de energía de un cuerpo a otro. Si es sólo por un lado no es chispa, es un calentón que hace saltar los plomos. La chispa es magia, es la fuerza inexplicable del amor que hace que todo encaje sin esfuerzo y porque sí, sin más.

La chispa es ilusión. Es ver color en el gris y sol entre las nubes. Es sentirse guapa porque el que te mira te ve así. Es notar, de repente, que todo es posible. Es creer, sin atisbo de duda, que lo mejor está siempre por llegar. La chispa es un comienzo, el principio de algo que, con tiempo, trabajo y mucha suerte, podría convertirse en algo más grande.

La chispa es un milagro. Un pequeño milagro menos frecuente de lo deseable,  pero un milagro, al fin y al cabo.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Sufridores del Un, Dos, Tres

Cuando Speedymum se enfada porque no estoy afrontando bien el último putadón que me haya mandado la vida, me llama "sufridora del Un, Dos Tres". Es su forma de decir que soy una doña dramas y que hago un mundo de todo y bueno... tiene parte de razón. Pero yo creo que sólo una parte pequeñita.

Porque es verdad que teniendo como tengo un techo bajo el que vivir, una salud medio apañada y una familia con la que pelearme, debería darme con un canto en los dientes. Pero lo que también es verdad es que desde ni me acuerdo estoy metida en una mala racha que me tiene hasta los mismísimos y que nunca parece aproximarse a estar cerca de empezar a terminar. Estoy hasta el coco de la rachita y es verdad, me quejo. Igual demasiado. Pero tiro p'alante con un nivel medio aceptable de humor y buen rollo, que es más de lo que se puede decir de muchos, sobre todo de lo verdaderos sufridores del Un, Dos, Tres. A su lado, yo soy una aficionada.

Los sufridores están siempre a tope de power, pero para lo malo. Su termómetro de dolor marca permanentemente máximos históricos, les pase lo que les pase. Y claro, es agotador, para ellos y para los que les rodean. Porque a todos nos preocupan nuestros problemas, y nos agobiamos, y nos cabreamos y damos la brasa a quien quiera escucharnos. Pero lo de los sufridores es demasiado.

Primero caminan al borde del abismo, mueren y sufren como nadie ha sufrido jamás porque no encuentran pareja. Después se echan novio/a y entonces agonizan, soportan colosales padecimientos y sufren como nadie ha sufrido jamás porque le ven poco, o le echan de menos o no les trata como les gustaría. Si más tarde su relación amorosa es ideal, entonces su trabajo se convierte en el horror del averno y se afligen y sufren como nadie ha sufrido jamás por temas laborales. Si les ascienden y consiguen el empleo perfecto, penan a más no poder, avanzan sobre clavos ardientes y sufren como nadie ha sufrido jamás porque no viven cerca del centro. O porque se les han desatado los cordones de los zapatos. El caso es sufrir.

¡Ojo! No me entendáis mal. Todos sufrimos, pensamos que nos duele más que a nadie y que lo nuestro es lo peor. Es parte de la naturaleza humana, somos egocéntricos. Pero los no sufridores, por lo menos, tenemos grados de intensidad, según la racha que estemos viviendo. Te ha dejado el amor de tu vida, nivel de dolor 12 en una escala de 10. Pierdes tu empleo, nivel 8. Tienes trabajo, amigos, familia, salud y pareja: nivel de dolor 2 (porque si bajamos a cero nos aburrimos, claro y no puede ser). Así vamos, según la racha.

El problema de los sufridores del Un, Dos Tres es que están siempre en un nivel 11, tirando a 12, y eso no hay quien lo aguante. Bueno, ellos quizá, porque se han adaptado, han evolucionado, han mutado para soportar mayores dosis de sufrimiento. Son una raza superior. Pero los demás, los pobres mortales, no podemos seguirles el ritmo.

Así que, sufridores, por favor, troncos, relajaos, que os va a dar un chungo. O a los demás, solo de oiros.

lunes, 7 de mayo de 2012

¿Qué haces...?

Si me preguntaran cuál creo que es la clave para conseguir algo en la vida, lo que sea, diría que la constancia. Aqui nadie regala nada, así que lograr las cosas cuesta esfuerzo y tiempo. Mucho. A veces muchísimo. Lo único que podemos hacer es lucharlo y lucharlo y lucharlo y lucharlo. Y resistir. Y esperar contra toda esperanza. Y así, si hay suerte y a la vida le peta, a veces logramos lo que queremos. Pero otras veces no.

Y en esos casos ¿qué haces? Cuando te das cuenta de que ya no puedes más. Que llevas años poniéndolo todo de tu parte, pero que no ha servido de nada. Que aún no lo has conseguido y que en el fondo de tu corazón estás convencida de que nunca lo conseguirás. Cuando te das cuenta de que ya no quieres seguir luchándolo. Que ya no te merece la pena. Que estás preparada por fin para aceptar que se acabó, que has perdido. Que a la vida no le peta y tú no puedes hacer más.

¿Qué haces entonces? Cuando te das cuenta de que, después de tantos años y tanto esfuerzo, estás de nuevo en la casilla de salida. Que los demás ya llevan tres vueltas al tablero y sólo les queda una ficha para tenerlas todas en casa y tú aún tienes que esperar a que te salga un seis en los dados para sacar la primera de las tuyas. Que ni siquiera puedes salir cuando quieras, que necesitas sacar un seis. Y a saber cuando sale.

¿Qué haces cuando te das cuenta de que tienes todo el trabajo por delante y sólo te quedan dos rayas de batería? Que has gastado todo tu energía caminando sobre una cinta estática que no llevaba a ninguna parte, pero que no has sabido o no has querido verlo en todo este tiempo. Que te has dedicado a luchar ciegamente, porque no se distinguía el final del túnel y tú preferías no mirar para no perder la esperanza. Que tu constancia, tu fé, te han hecho esperar un milagro más tiempo del razonable. Y ahora te das cuenta de que no te puedes permitir el lujo de seguir esperándolo, que es hora de rendirse. Que no queda otra.

¿Qué haces cuándo te das cuenta de que tienes que empezar de cero y que no sabes como? Que hay un mundo de posibilidades, pero que ninguna parece llevar tu nombre. Que ninguna te ilusiona y que la ilusión era lo único que te quedaba cuando la vida se ponía requeteperra y no te quería dar nada más. Cuando te das cuenta de que has tenido que renunciar a tu clavo ardiendo y no sabes como fabricar otro.

¿Qué haces cuándo no sabes por dónde tirar?

En serio... ¿qué haces?

viernes, 4 de mayo de 2012

La dictadura hídrica

En Speedytown hace mes y medio (probablemente incluso más, ya he perdido la cuenta) que no sale el sol. Bueno para ser exactos, Lorenzo luce unos dos milisegundos al día, cuando consigue asomarse entre negros nubarrones que dejan chubascos disperos. Y esto traducido al castellano significa que llueven cuatro gotas que no arreglan la sequía, pero que caen siempre en el peor momento posible y cuando pueden causar más molestias. ¡Cómo no!

La cosa es que esta sucesión interminable de días grises, uno detrás de otro y otro detrás del siguiente, está empezando a hacer mella en los espídicos. A unos les pasará como a mí, que recargan sus superpoderes con el sol y notan la abstinencia prolongada. A los demás lo que les ocurre es que viven instalados en una especie de estado de excepción declarado a causa de la amenaza constante de lluvia. Y esto puede parecer una tontería, pero no lo es.

En Speedytown no llueve casi nunca, así que nos falta costumbre de convivir con este fenómeno meteorológico. En cuanto caen cuatro gotas, la ciudad se colapsa, la gente se vuelve medio loca y se montan unos atascazos de flipar. Por eso los espídicos están habituados a paralizar su vida ante la más mínima posibilidad de lluvia: ni salen a pasear (para no mojarse), ni viajan (para que no se manche el coche), ni ponen la lavadora (porque no se puede tender), ni se lavan el pelo (que se les va a ensuciar)... Para qué perder el tiempo, si la lluvia lo va  a estropear todo y total, como jamás llueve dos veces seguidas, se puede aplazar lo que sea para el día siguiente.

Y aquí, queridos lectores, es donde, estas semanas, la teoría de los espídicos está haciendo aguas (y nunca mejor dicho). Últimamente llueve un día, y otro, y otro, y otro y otro... sin orden ni concierto y sin la más mínima posibilidad de predecir cuando caerá el chaparrón: unas veces por la mañana, otras por la noche, otras cada 10 minutos... a boleo, vaya.

Al principio, mis conciudadanos, fieles a su costumbre, aplazaban todas sus tareas. Por eso, enseguida empezó a verse por la calle gente con un calcetín de cada color, llevando camisas totalmente desconjuntadas con los pantalones y en general dando claras muestras de la necesidad de que en su casa se hiciera la colada, para que volvieran a tener ropa limpia. Pronto también comenzaron a escasear las personas mínimamente peinadas que no llevaran una socorrida coleta de caballo resistente a la humedad y las botas de agua se convirtieron en el último grito en moda. Dos de la tarde, 25 grados a la sombra y los espídicos ahí, en tirantes y con sus botazas de plástico hasta la rodilla. Sí, tengo calor, pero como por la mañana estaba nublado...

En ese plan aguantamos dos semanas, casi tres, pero entonces nos dimos cuenta de que estábamos sometidos a una dictadura hídrica. La lluvia estaba coartando nuestra libertad y teníamos que hacerle frente. Así que ahí estamos, como la resistencia francesa, plantándole cara al mal tiempo, saliendo a pasear aunque nos chipiemos y poniendo lavadoras de ropa que tardan siglo y medio en secarse. Pero al pie del cañón, como los buenos.

Eso sí, por favor, sol, vuelve pronto. No sé cuánto más podremos aguantar.

miércoles, 2 de mayo de 2012

La zona de seguridad

A la mayoría de la gente no le gusta lo desconocido. No saber lo que pueden esperar, lo que podría pasar, lo que queda por venir. Si no conoces a lo que te enfrentas, no sabes si lo vas a poder controlar y tienes que estar en máxima alerta, con los cinco sentidos, para darle una respuesta adecuada. Y claro, es un agote. Y no nos mola.

Es más cómodo saber ya de qué va el tema. Cómo se hace una determinada tarea en el curro, cuál es el trayecto más corto y el camino con menos atascos de vuelta a casa, qué bocadillo está más bueno en la carta del bar al que vamos siempre a cenar los viernes. Cuántos miramientos tenemos que tener con unos y con otros para que estén contentos, dónde nos podemos arriesgar a ir en coche porque hay aparcamiento y donde no, cómo se nos da una actividad deportiva o un juego. Saber lo que hay es más sencillo porque nos permite ahorrar esfuerzo, poner el piloto automático y descansar un poco. Y la verdad, muchas veces los descansos se agradecen.

El problema de nuestra zona de seguridad es que deja poco espacio a la innovación. Las cosas son seguras porque las conoces y abrir la puerta a lo nuevo es perder enteros de comodidad, así que no lo haces y vas tirando con lo que hay en la zona. Pero se trata de un espacio limitado, en el que no cabe todo, por eso pronto se queda pequeño. Aparecen necesidades nuevas, deseos diferentes que no se pueden cumplir en ese sitio. Y toca salir y arriesgarse con lo desconocido. Oooooooootra vez. Es la única manera de avanzar.

Tienes que nadar fuera de tu zona de seguridad para pillar la ola de tu vida. Es un coñazo, pero es así.