lunes, 30 de enero de 2012

Gacelas-cazadoras

Cuando se ha sido toda la vida una gacela (*1) en las praderas del ligoteo, pasar a ser cazadora es divertido a más no poder. Primero por la novedad, claro, porque el ambiente está lleno de primeras veces que en el tradicional papel de gacela estaban agotadísimas. Y después por la emoción. La emoción es lo más divertido de la caza.

Porque tú puedes elegir bien la munición, cargar la escopeta, apuntar y esperar el momento adecuado para disparar, pero una vez que aprietas el gatillo ya no dispones de ningún control sobre la trayectoria de la bala. Puedes tener suerte y dar de lleno en el blanco o que la presa se mueva en el último momento y sólo consigas rozarla. Entonces debes estar ágil para efectuar un segundo disparo que la inmovilice, o se escapará cojeando y avisada del peligro. Y eso sí que no. El factor sorpresa es fundamental.

Como también lo es diseñar una buena estrategia, una fase tan importante como divertida. Y en esto los cazadores blogueros tenemos ventaja, lo reconozco, porque para urdir un buen plan es vital visualizar el campo de batalla al milímetro, imaginar cada detalle del combate, suponer todos los posibles desenlaces posibles... Y en esto, queridos blogguers, en inventarnos historias que han pasado, pasarán o podrían haber pasado como las escribimos, no nos gana nadie. Qué os voy a contar que no sepáis.

Las gacelas se pierden estos momentos previos porque están allí, en la pradera, esperando a que pase algo, lo que es moooooooooortalmente aburrido si las cosas tardan en ocurrir. Y algo que es aún peor: la presa nunca lleva la iniciativa. No elige el momento del combate, ni el lugar, ni las armas. Tiene que improvisar una respuesta inmediata al ataque que se acaba que encontrar de sopetón. Y claro, así pasa lo que pasa.

Aún así, es curioso que hay muchas más gacelas que cazadoras. En parte porque la ley de la selva es del año catapún y no se ha adaptado al cambio de los tiempos, por lo que aún queda mucho animal suelto por ahí que critica a las cazadoras. Dicen que lo son porque no les queda otro remedio. Qué sabrán ellos. Muchos se merecerían ser expulsados de la fauna por tontos del culo, no os digo más...

Aunque es verdad que ser gacela tiene una ventaja clara: la falta de riesgos. El cazador apunta, dispara y se la juega: puede hacer diana o que la bala se vaya a tomar aire fresco. O lo que es peor, que la gacela ponga escudo protector, rebote y le dé en su mismo trasero. La vida es así, son los riesgos del directo. Pero todo merece la pena por ver la cara del cazador experimentado cuando se da cuenta de que, por primera vez en su vida, una gacela le está apuntando. Es de traca.

(*1) El concepto de gacela no es mío, es de Moli o de las chicas de Quédate a Dormir, no lo recuerdo. Ahora no encuentro los textos en donde lo definen, así que si queréis saber más, os leéis todos sus blogs enteros, que además de aprender un montón, os lo vais a pasar de coña.

viernes, 27 de enero de 2012

Haciendo malabarismos

A primera vista, cuando un chico y una chica hablan, podría parecer que se trata de una conversación a dos bandas. Pero no. Como la charla tenga el más mínimo tufillo a ligoteo y como la chica sea como yo (y las de mi club, que somos muchas, a mí no me engañáis) aquello parece el partyline. Hay tantos pensamientos laterales, automáticos y encadenados entre palabras y gestos, que se necesita un esfuerzo de concentración para mantener todas las pelotas en el aire, como si fuera un juego de malabares. Porque requiere habilidad estar atento a cada detalle, sacar conclusiones, tomar decisiones y mantener una conversación interesante sin que se note que tu mente está trabajando a esa velocidad. Ahí estás tú, con ese maromazo enfrente que consigue que te tiemblen las rodillas con sólo mirarte. Y empieza el espectáculo.

(El partyline está muy claro en mi cabeza, pero no creo que sea tan evidente para los que están fuera de mi mente. Lo que está en azul es lo que dice ÉL, lo verde claro lo que digo yo y lo rojo lo que pienso. Preparaos)

Las primeras pelotas las lanzas tú misma al aire. Ayyyyy, qué guapo es... pero con esa facha y sus taitantos años este tiene que haber vivido mucho, no creo que esté muy receptivo a historias nuevas... Ay, por favor, que hoyuelos más monos le salen cuando sonríe... pufff, qué pena que con ese trabajo no le quede tiempo para nada... ¡Madre del amor hermoso! ¿Pero como le puede sentar tan bien una simple camiseta gris?...Me juego lo que sea a que su fuerte no es la fidelidad, precisamente.

Y allí estás, haciendo malabares con esos pensamientos-pelota mientras, entre pestañeo y pestañeo, le pones ojitos, ríes sus gracias con tu carcajada más encantadora y piensas algo inteligente, divertido e ingenioso que decir para que se de cuenta de que, además de guapa, eres interesante. Y cuando parece que tienes el tema controlado, empieza él a lanzar pelotas al aire.

Sí, es una peli guay, la vimos ayer. ¿La vimos? ¿Plural? ¿La vio con quien? ¿Con su novia? ¿¿¿¿¿¿Tiene novia??? No, no, no, debería ser obligatorio por ley que cuando estos monumentos andantes tengan novia lleven un cartel luminoso bien grande que lo avise, para evitar desilusiones innecesarias. Es que a los 15 años todos creemos en el amor eterno, pero luego te van dando leches y te das cuenta de que eso no existe. Pufffffff, menos mal, qué bien, no tiene novia. Aunque no sé de qué me alegro tanto, no está nada receptivo a historias nuevas, si ya lo decía yo...

Pestañeo, pestañeo, ojitos, sonrisa.

Pero hombre, en eso no se puede perder la fe, tienes que seguir creyendo que la mujer de tu vida está en alguna parte. En concreto, ahora mismo enfrente de ti, lleva supertraje, antifaz y su nombre empieza por Speedy y acaba por girl. ¡Ay, madre! Esto lo he pensado muy fuerte, espero no haberlo dicho en voz alta.

Y a ese comentario, al que has hecho sobre la mujer de su vida, él contesta mirándote intensamente, sonriendo con esa sonrisa suya (la de los hoyuelos) y rozándote ligeramente el brazo, "que sí, que seguro que no está lejos". Y como no hay suficientes pelotas en el aire, tú lanzas unas cuantas más. Uyyyyyyy, y ese gesto... ¡a lo mejor le intereso y es una señal! O puede que sólo sea amable profesional, le ponga esa sonrisa a todas y te estés montando películas, que no sería la primera vez. Además, que aquí iba a estar el hombre de tu vida, esperándote, no tiene el destino otra cosa mejor que hacer que darte este regalito, mira tú.

Recolocación disimulada del escote, pestañeo, sonrisa, pestañeo. ¿Llevaré el maquillaje en su sitio o ya se me habrá quitado?

-Hay que ver, está el bar lleno hoy, hay un montón de niños dando el espectáculo, ¿no?

-Ya, es que las nuevas generaciones están fatal, el otro día vinieron unas niñas que no llegaban a 18 años y me propusieron un trío. Pues no me extraña hijo mío, estás como un queso...Espera, espera, espera, ¡¿ahora saca temas sexuales?! Esto NO ha sido casual, estábamos hablando del bar y sale con esto... ¡Este quiere guerra! Bueno... o es lo más emocionante que le ha pasado últimamente y se lo cuenta a todo el mundo... Así que buscas una salida ingeniosa y neutra para saber por donde va:

-No me digas más, ya tenían batería y bajista y les faltaba alguien a la guitarra.

Sonrisa. Pestañeo. Atusamiento de pelo. Contente, Speedy, contente.

Y él no contesta nada, pero te mira y se ríe a caracajas y aparecen otra vez esos malditos hoyuelos que te hacen perder la concentración perfecta con la que hasta ahora has mantenido todas las pelotas en el aire. Y se te escapa:

-De todas maneras, tal y como estás, no creo que sea la primera vez que te hayan hecho propuestas de esas.

Upsssssss, pelotas al suelo.

lunes, 23 de enero de 2012

Disfraces

Muchas personas piensan que nunca se es más uno mismo como cuando se va disfrazado. Y a veces es cierto. Librarnos por un momento del pesado que nos acompaña las 24 horas del día y adoptar una identidad y una forma de ser totalmente distinta a la nuestra, nos da completa libertad, porque ya tenemos coartada para todo. Yo no pienso esto, es mi personaje, yo nunca actuaría así, es mi personaje, a mí esto no me afecta, sólo a mi personaje...

Y bueno, vale, aceptamos pulpo como animal de compañía, puede que la cosa empiece así. Pero muy pronto la persona real empieza a contaminar a la invención y poco a poco comienzan a filtrarse sus gustos, sus sentimientos, sus manías. Primero es adjudicarle al personaje una canción favorita que en realidad es nuestra, luego la personalidad ficticia odia a su jefe con la misma intensidad que nosotros y más tarde tiene nuestros mismos motivos de tristeza. A la vez ocurre que el yo inventado empieza a expresar cosas que realmente pensamos y queremos, pero que no nos atrevamos a decir a cara descubierta, porque no van con nuestro yo habitual. La frontera entre realidad y ficción se difumina hasta que llega un punto en que los mismos implicados no saben donde acaba una y empieza otra. Está todo revuelto.

Por eso sorprende tanto que, en medio de esa confusión, siga habiendo personas capaces de distinguir con tanta claridad lo real de lo inventado. Que detecten dentro de ese caparazón ficticio unas vibraciones muy cercanas a la verdad. Que sin saber quien eres, ni haberte visto nunca, te VEAN. Que piensas: Estos deben de ser compinches de los supervillanos esos que me mangaron el detector de personalidades ocultas. ¡Qué cabritos!

Y haces lo único que se puede hacer en crisis como esas. Llamas a Edna y le pides que te haga un supertraje nuevo con una máscara más grande y tupida, que tu identidad secreta peligra. Y ella te contestará lo de siempre:

-Ya te dije que te pusieras el de protección reforzada. Ayyyy, piltrafilla.

viernes, 20 de enero de 2012

Mi vida sin movil

Mi intención era escribir una entrada en condiciones, pero como la blogoesfera es inabarcable y me habéis tenido leyendo vuestras últimas actualizaciones toda la tarde y parte de la noche, pues ya no son horas de ponerse en serio. ¿Esto quiere decir que os libráis del post del viernes? No, se siente. Lo que significa es que voy a colgar una chorrada como un piano, os lo digo desde ya para que nadie se llame a engaño.

La cosa es que, como soy el despiste hecho superheroína, hoy me he olvidado el móvil en casa y he pasado por la traumática experiencia de vivir todo un día sin teléfono. Al darme cuenta al llegar al curro por la mañana, he entrado en pánico, pensando que justo hoy iba a ser el día en que me llamaban de cualquier concurso de la tele para regalarme un millón de euros y yo no podría cogerlo. A medida que han ido transcurriendo las horas, se me ha empezado a pasar el mono y me he puesto a recordar en lo tranquila que era la vida sin móvil. ¡Ayyyyyyy, qué tiempos!

Porque sí, aunque ya casi ni nos acordemos, hubo un tiempo en que podíamos vivir sin estar localizables las 24 horas. Y tenía sus ventajas:

-No existían las "quedadas plantones", es decir, las largas esperas que ahora son tan frecuentes cuando quedas con alguien que te llama al móvil para decirte que llega tarde. Ya, gracias por avisar, pero yo he venido puntual y que me avises ahora no me sirve de nada porque no me libra de esperarte sola. Antes decíamos sitio y hora y quien no estuviera allí, mala suerte. La vida es dura.

-No había trabajo "para llevar". Llegaba el viernes a tu hora de salida, cerrabas el chiringuito y ya se podía acabar el mundo que tú no volvías a saber nada de tus quehaceres laborales hasta el lunes. Ahora, sin embargo, abundan los jefes iluminados que te llaman el fin de semana para cualquier chorrada que a ti te importa un bledo, claro está. Que sí, que puedes no cogerlo o apagar el móvil... pero las llamadas se quedan registradas y los jefes iluminados son muy de echar broncas por las llamadas perdidas. Lo que me lleva directamente al punto siguiente...

-Las llamadas perdidas, ese arma de doble filo. Que por una parte están bien, porque cuando sólo existían los fijos, el 80% de los recados y mensajes se iban al limbo del olvido infinito por obra y gracia de la madre/el hermano/el compañero de piso de turno, que se olvidaba de transmitirlos adecuadamente. ¡La de nuevos amores que no habrán llegado a buen puerto por esta barrera comunicativa! Pero, por otro lado, las llamadas perdidas son una lata, porque pasan la pelota a tu tejado. Te llaman, y si no puedes cogerlo en ese momento, tienes que devolver la llamada, lo que en algunos casos te apetece cero pelotero. ¿Me has llamado tú y no hemos podido hablar? Pues insiste, que es lo que hacíamos con el fijo y nadie se moría.

-Lo de los mensajes es otro adelanto "discutible". Es verdad que facilitan temas peliagudos como los comienzos de todo ligoteo, en el que da mucho más corte llamar (sobre todo al fijo de una casa, en el que te lo podía coger cualquier miembro de la familia del susodicho/a y hacerte pasar un mal rato de vergüenza) que escribir un sms. Pero a ver, pensadlo bien... si me dieran un céntimo por cada malentendido que ha generado un mensaje mal escrito o con más abreviaturas de las razonables, a estas alturas ya sería millonetis. Que si has puesto a las siete y no a las ocho, que si te mandé un sms pero te llegó dos horas tarde, que si este mensaje no era para tí... lo típico. Que os voy a contar que no sepáis.

-No existía el síndrome "estoy hablando con la pared", que se produce cuando estás tomando una caña con un grupo grande y cada uno está con su móvil mirando Facebook, o actualizando el blog o metiéndose en Twitter. Que te dan ganas de decir, ¿para esto me he puesto los tacones? Si lo sé, os reto a una partida de apalabrados y me evito pasar frío.

Y muchas otras desventajas que no explico porque si me pongo, no acabo. Aunque bueno, puede ser que si me paro a pensar igual le saque algún que otro punto positivo al móvil. Pero oye, de eso no vamos a hablar, que acabo de sobrevivir a mi primer día sin teléfono en mucho tiempo y quiero saborear mi triunfo.

miércoles, 18 de enero de 2012

Tiritas para heridas de bala

La vida es requeteperra. Creo que en esto estaremos todos de acuerdo. Los optimistas, los pesimistas, los odiosos suertudos a los que todo les sale bien y los pobres desgraciados que van de calamidad en calamidad. La vida duele. Es así. Es el precio que tenemos que pagar por disfrutar de los ratos buenos. Es lo que hay.

Lo sabemos y lo asumimos. Pero aún así no nos gustan los momentos malos y los intentamos evitar. Y cuando llegan (porque siempre terminan llegando) tratamos de acortarlos, mitigar el sufrimiento que nos provocan. Algunas veces, las menos, buscamos soluciones. Investigamos qué es lo que genera el dolor e intentamos cambiarlo. Sin embargo muchas otras veces no sabemos, no podemos o no queremos llegar al meollo del asunto y nos dedicamos a poner parches.

Más juergas para no estar en casa solos pensando en lo que nos duele, una ración extra de chocolate que suavice la tristeza de los días malos, nuevos amigos que ocupen el hueco que han dejado los que que han salido de nuestra vida, planes originales que nos distraigan de los pensamientos dolorosos... parches que nos ayudan a ir tirando.

Cogemos nuestro mejor chubasquero, las botas de agua y el paraguas grande, le echamos un par y resistimos como podemos la que está cayendo. A ratos la cosa no va mal, pero más temprano que tarde termina ocurriendo algo que desmonta nuestras defensas. Puede ser un comentario desafortunado en Facebook, un encontronazo en la calle o una canción a destiempo. El detalle más absurdo abre las compuertas del sufrimiento, que se lleva por delante los parches roñosos que con tanto esfuerzo hemos estado poniendo.

Y entonces nos quedamos frente a frente con el origen del dolor y nos damos cuenta de que no sabemos, no podemos o no queremos cambiarlo. Que mientras sigamos pensando eso que pensamos y que no sabemos, no podemos o no queremos dejar de pensar, el sufrimiento seguirá allí. Y que todos los parches que nos inventemos servirán lo mismo que una tirita en una herida de bala.

Es lo que hay.

viernes, 13 de enero de 2012

De vuelta en la era digital

Llevo unos meses instalada en una debacle tecnológica tal que parece que he viajado en el tiempo hasta la Edad de Piedra. Al complot de los electrodomésticos, se sumó hace unos días mi movil, que adoptó la cobertura "guadiana", por lo que ahora la mitad del tiempo no hay manera de contactar conmigo vía telefónica.

Viendo el panorama, mi ordenador se negó a ser el único aparato tecnológico que funcionara con normalidad en mi casa y decidió hacer pum unilateralmente y para siempre. Esperé unos días a que se produjera el milagro y resurgiera de sus cenizas como el ave Fénix, pero tras un tiempo incomunicada y sin acceso a Internet, me rendí a la evidencia. Que tus amigos se planteen decirte la hora de la quedada por señales de humo o paloma mensajera porque no tienes ni correo electrónico ni teléfono te abre lo ojos a la realidad.

Les pedí a los Reyes Magos un nuevo portatil, pero tras oír la sonora carcajada que llegaba desde Oriente, decidí salir yo misma a la caza y captura de un ordenador. Hay muchas cosas de las que no sé casi nada y DESDE LUEGO la informática es una de ellas. Por eso cada vez que buceaba a Internet para informarme o preguntaba en alguna tienda, ellos me daban detalles técnicos y yo oía bla bla bla bla bla y me quedaba igual que antes.

Sin embargo, a la fuerza ahorcan. Tras dos meses sin computadora en casa, yo me había convertido en una yonki de Internet que iba chorizando conexiones y usurpando ordenadores a todo perro pichichi, así que decidí poner fin a la situación y hacer lo único razonable: me coloqué delante de los pocos portátiles que estaban al alcance mis finanzas y elegí a sorteo de pito pito gorgorito cuál iba a comprarme.

Así que bueno, se acabó el sufrimiento. Ya tengo a mi nuevo mejor amigo en casa y os escribo desde él. Ahora volveré a tener tiempo de leeros con calma y comentaros. Y con esto y un bizcocho...

¡¡¡SALUDOS DESDE LA ERA DIGITAL!!!

miércoles, 11 de enero de 2012

Ajustar las expectativas... pero sin pasarse.

A medida que pasan los años y acumulamos experiencias aprendemos que debemos ajustar nuestras expectativas si queremos disfrutar de un nivel medianamente razonable de felicidad. Vamos, que conforme la vida nos va dando leches, vamos bajando el nivel de exigencia, para evitar la frustración de no conseguir nuestras metas.

Estos nos pasa en todos los terrenos vitales. La primera gran decepción es ser consciente de que no vas a ganar ningún concurso internacional de belleza, a pesar de que tu abuela te ha jurado y perjurado un millón de veces que eres la niña más guapa del mundo. La siguiente gran revelación se produce en el mundo laboral. Te cuesta la tira encontrar un trabajo, en el que no recibes ni el trato ni la remuneración que te mereces y cuando al fin lo consigues, te das cuenta de que no es lo que pensabas. Que no todos los abogados defienden a clientes que son inocentes y que no todos los médicos hacen emocionantes y milagrosas operaciones a corazón abierto cada día. Que la vida no es una película, que no siempre ganan los buenos y que no todo acaba bien. Las cosas son así y tú lo aceptas porque es lo que hay y asumirlo es la única forma de ser razonablemente feliz.

En general, ajustar las expectativas viene bien, pero tiene cierto peligro cuando se trata de cuestiones del corazón. Y me voy a explicar. Frecuentemente, las personas que no tienen suerte en el amor, no la tienen casi nunca. La mayoría del tiempo no encuentran pareja o sus historias salen mal, lo que sume a muchos de ellos en un estado de ansiedad, preocupación y nerviosismo que les lleva a obsesionarse con el tema, a convertirlo en un asunto crucial para su felicidad. Y ahí empiezan los problemas, porque para tener algo más de éxito, esas personas deciden ajustar sus expectativas... y a veces terminan ajustándolas demasiado.

Porque a ver... vale que la vida no es una película de Meg Ryan. Que no todas nuestras parejas tendrán los físicos de modelos de pasarela, ni sonarán violines de fondo cuando les besemos y puede que no hagan increíbles gestos románticos de última hora cuando parezca que todo estaba perdido... Pero unos mínimos siempre hay que mantener.

Muchas personas a las que les ha ido mal en el amor, deciden bajar el listón, no sólo en lo que buscan, sino en lo que aceptan. Poco a poco empiezan a soportar cosas que antes ni se habrían planteado y terminan aguantando todo lo que les echen . Se acostumbran a que les traten mal hasta tal punto, que les parece lo normal. Ni se dan cuenta. Cuando todos tus amigos se indignan por una actitud de tu novio que a ti ni siquiera te ha ofendido... preocúpate. Puede que alguna vez sea una tontería que para vosotros no tiene importancia, pero en el 99% de los casos la verdad es que que esa actitud sí es importante y a ti te ocurre lo que a ese soldado que le dijo a su comandante. "¡Señor, todo el ejército se ha perdido!"

Ajusta las expectativas si quieres... pero no te pases.

lunes, 9 de enero de 2012

¿Un clavo saca otro clavo?

Siento llevarle la contraria a la sabiduría popular acuñada tras siglos de dolorosas experiencias de sufridos sufridores, pero no. Un clavo no saca otro clavo. Por lo menos en lo que se refiere a cuestiones de amor. Y una mancha de mora, no se quita con otra mancha. Ni de coña. Más bien se forma tal lamparón que no lo limpia ni la chica esa del futuro que viene en los anuncios con su detergente debajo del brazo.

Que no hijos míos, que no. Que si fuera tan fácil como eso, la mayoría de los músicos, poetas y artistas en general se quedarían sin inspiración principal para sus creaciones y yo a estas alturas sería rica porque ya había patentado la fórmula universal. Cada vez que a alguien le rompieran el corazón, saldría de cañas (o se metería en Meetic, que estamos ya en el siglo XXI y para algo tienen que servir las nuevas tecnologías) se ligaría a otro y se acabaron todas sus penas. Y todos sabemos (algunos por propia experiencia y otros odiosos suertudos porque lo han visto en las pelis) que a veces el amor duele. Y ni clavos, ni moras... ni leches.

Hombre, no me voy a poner tampoco estupenda. Sí que hay algunos momentos en que un clavo saca a otro clavo. Pero son más bien fases.

-La fase “me gusta un clavo, y a los 5 segundos me gusta otro clavo y 10 segundos después me encaaaaaaaaaanta un tercer clavo con el que me acabo de cruzar...” Suele ser el estadio más frecuente de los 13 a los 17 años (aunque en algunos casos dura para siempre). En estos momentos, puede que un clavo sí que saque otro clavo. Pero también lo sacaría una tuerca, y un destornillador y una llave inglesa... Es más bien un tema de concentración en el trabajo, más que de tipo de herramienta.

-La fase “el clavo está guardado en la caja de herramientas y así de lejos me encanta y no hago más que pensar en lo útil que parece y en la de muebles que podría hacer con él. Pero ni sé si tiene la resistencia adecuada, ni el tamaño justo ni si se va a romper cuando le de con el martillo” Así es fácil que un clavo saque a otro clavo, ni siquiera sabes si podrías distinguir uno de otro cuando te los enseñaran de cerca y juntos...

-Fase “el puto clavo se me ha clavado tan hondo que me han tenido que operar para sacármelo, darme mil puntos y he necesitado una convalecencia de la leche”. En estos casos, no sólo un clavo puede sacar otro clavo, sino que es necesario, porque si no, es muy difícil dejar de mirarse la cicatriz. Eso sí, los clavos sólo sirven una vez superada la convalecencia, si aparecen antes... o no los ves, o te sientan mal, porque reabren una herida que todavía está tierna. En estos casos, los clavos, sólo para cuando estés requete curadísimo. Y entonces no sacan el clavo anterior, es la vida, que como diría Forrest Gump (pero a mí manera), es como una caja de herramientas, nunca sabes lo que te va a tocar.

miércoles, 4 de enero de 2012

202

Yo soy muy de aniversarios y de fechas señaladas, más que nada para tener una excusa para comer, quedar o salir. Hasta ahora en este blog no he perdonado una sola celebración: las primeras 100 entradas, el primer cumple, la llegada del verano, de las vacaciones, de la navidad... En fin todo. Hasta ahora. Porque como últimamente estoy que no estoy, se me ha pasado un detalle: la llegada a las 200 entradas. Y no vamos a dejar que tamaño acontecimiento pase desapercibido, ¿no?

Bien, voy a ignorar los abucheos y resoplidos de desaprobación que me llegan desde el otro lado de la pantalla y voy a seguir a lo mío. Pues eso, que he estado haciendo un repasillo de lo que os he contado hasta ahora y me he dado cuenta de una cosa: que no tengo ni idea de lo que habéis leído vosotros por aquí. Quiero decir, que yo sé lo que he escrito, pero a saber lo que habéis entendido vosotros. Qué os ha llegado más, que os ha parecido una rayada ininteligible, que os arrancó una sonrisa en un mal momento... No sé, lo que me pasa a mí cuando visito vuestros rinconcitos interneteros.

Por eso aprovecho la entrada 202, que también es un numero bonito, par, capicúa y bastante redondo, para hacer una selección de mis posts preferidos. Asumo que nadie tiene tiempo de pinchar en cada uno de los enlaces y releerlos, pero bueno, igual alguna entrada medio os suena de algo. Y claro, si os gustó alguna que no he incluido en la lista, pues contádmelo, me encantaría saberlo (también las que os parecieron un truño, ¿eh? ¡Que de todo se aprende!)

Y es que año y medio y 200 posts dan para muchas tontadas. Se puede hablar de los grandes clásicos en los juegos de mesa, como el Trivial o el Cluedo, o montar una improvisación en diferido o disfrutar con profundo conocimiento de deportes tan divertidos como el balonmano. También hay tiempo de contar cuentos, o inventar palabras nuevas como pincharuedas o lamentarse por la desaparición del precioso bronceado de verano.

Ningún blog de chorradas que se precie dejaría de lado tampoco asuntos tan importantes como el amor y el ligoteo. Aquí hemos dado clases de repaso del tema, hemos suspendido a unos cuantos que se les daba fatal (y a otros cuantos más) y hemos dado ideas a aquellos que las necesiten. Hemos explicado los tejemanejes en los que nos pueden meter algunos con la mejor intención, hemos recordado tiempos pasados y hemos pensado instrucciones para abordar a buenorros que nos crucemos con la calle.

Incluso en alguna ocasión (casi nunca y sin que sirva de precedente) ha habido tiempo de ponerse serios. Para recordar a los que se han ido, para darse cuenta de que hay daños que en realidad curan, para poner las cosas en su sitio o para pensar que ya apechugaremos con lo que tenga que pasar.

Jo, qué de chorradas para un solo blog. Y todas las que me quedan por soltar, me temo.

lunes, 2 de enero de 2012

La pluma de Dumbo

Los elefantes no vuelan. Yo lo sé y Dumbo también. Y sin embargo a él le dieron una pluma, le convencieron de que era mágica y voló. Por todo lo alto, además. Porque la fé mueve montañas. Después ya sabéis todos cómo continúa la historia: la pluma se cae, el pastel se descubre y hay que decirle al pequeño paquidermo que ni magia ni leches, que no hay ingrediente secreto y que empiece a agitar las orejas o se la pega. Al pobre Dumbo no le queda otra que ponerse las pilas para evitar la chufa, porque el suelo está muy lejos y la caída tiene una pinta mala que te cagas. Así que mantiene la calma, afronta la situación y se convierte en el primer elefante volador del mundo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Bueno, pues eso es lo que me hace falta a mí para 2012: una pluma mágica. Un catalizador. Chupito y medio de confianza. Porque revisando 2011 a mí me parece que yo he hecho mis deberes. Y que, teniendo en cuenta que no tengo una bola de cristal y que nunca se sabe, he andado por el camino correcto para llegar al destino que me gustaría. Sin embargo la meta no se ve más cerca que hace 12 meses. Ni por asomo. De hecho, parece que hay algún gracioso que cada vez que ve que me aproximo, la aleja un poquito más.

Eso mina las resistencias de cualquiera, así que a veces, en este 2011, me he sentado en el suelo enfurruñada, como los niños pequeños, negándome a seguir caminando. Pero, como le pasaba a Dumbo, yo ya estoy en pleno vuelo y la caída tiene una pinta mala que te cagas, así que no me queda otra que seguir agitando las orejas para tratar de evitar la chufa.

Eso he hecho siempre y eso continuaré haciendo en 2012, pero cambiando la actitud, a ver si hay suerte y es ese el ingrediente secreto. Mientras espero que los Reyes Magos me traigan la pluma de Dumbo (que igual no les tiempo para el día 6, que el circo viaja mucho y lleva su tiempo encontrarlo) me voy a ir tomando un chupito de confianza. Así, de paso, brindo con vosotros por el nuevo año. ¿A quién le pongo una ronda?