jueves, 15 de julio de 2010

Piscineando

Ya he contado por aquí que, este verano, una vez más, me quedo apatrullando la ciudad. Eso significa que pasaré laaaaaaaaargas horas (todas las que pueda) tomando el sol y a remojo en cualquier masa de agua que se me ponga a tiro (ya sea río, mar, laguna, embalse o una bañera hinchable). Ayer inauguré oficialmente la temporada de piscinas, me di el primer chapuzón del verano y me dediqué a divertirme observando al personal.


Y es que una piscina concurrida es un micromundo. Si observas atentamente puedes reconocer todos las especies piscineras: el chulo de playa (subgénero de ciudad sin mar, en este caso), la madre de familia entregada al cuidado de sus cachorros, las marujas controladoras de todo y todos los que les rodean, los cazadores compulsivos de cada rayo de sol, los solitarios...y un montón de especies más.


Es curioso ver cómo estos especímenes cohabitan y se interrelacionan. Pero a mí lo que más me gusta es observar los rituales de apareamiento. Los métodos de cortejo que se emplean en la piscina son muy específicos y fácilmente reconocibles, sobre todo en los ejemplares jóvenes que se encuentran en la denominada "edad del pavo". Algunas de estas técnicas son:


-Zambullir a la presa en el agua. Esta práctica tiene muchas variedades y consiste en tirar a la piscina al objeto de deseo sea como sea. Se le puede perseguir, se le puede empujar, se le puede coger en volandas... Los requisitos básicos son que el procedimiento exija mucho contacto físico supuestamente justificado y mucho esfuerzo para que la presa esté cansada cuando acabe el cortejo.


-Someter al objeto de deseo a una larga sesión de ahogadillas. Puede ser una segunda fase de la anterior, si ésta no hubiera sido suficientemente efectiva. Después de unas 1.200 zambullidas la presa ya no tiene fuerzas para defenderse ni para pensar ningún plan de fuga. Además, si las resiste, la presa demuestra fortaleza física y por tanto capacidad de proporcionar al cazador una buena descendencia.


-Hacer una exhibición de fuerza y habilidad. El cazador realiza todas las demostraciones que cree que impresionarán a la presa, como tirarse a la piscina de las formas más llamativas y peligrosas posibles o nadar salpicando al máximo. Todo ello debe ir acompañado de gritos y el mayor número de tacos y palabras malsonantes que le dé tiempo a pronunciar entre salto y salto.



Los rituales aumentan su efectividad con una exposición prolongada y repetida, por lo que no se pueden comprobar sus resultados reales hasta que acaba la temporada de chapuzones. Tendré que hacer unas cuantas sesiones piscineras más para elaborar las conclusiones del estudio.

9 comentarios:

  1. Huy, creo que yo hacía esas cosas hace veinte años. Pero no era culpa mía, mmm, creo que, uhuh, tengo una idea.

    Todas esas tácticas, por cierto, dejan cada día un reguero de fotos rastreables en tuenti y fotolog, lo que representa un feed-back impagable a las mismas, además de servir de pruebas a la fiscalía en caso de infidelidades piscinero-playeras y demás.

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  2. Hombre, Efe, conozco muy poca gente que no haya utilizado esas técnicas en algún momento de debilidad, son taaaaaaan efectivas... Por cierto, "¿infidelidades piscinero-playeras?", qué término más técnico, ¿no?

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  3. Así soy yo, capaz de convertir unos simples cuernos en un tecnopalabro.

    Creo que has escamoteado contar nada de ti, me parece fatal de la muerte.

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  4. ¿Escamotear yooooooooo? Nooo, lo que pasa es que, como dice un consolidado blogger que leo mucho, soy un ser asexuado y nunca ligo nada de nada jajaja.
    Venga, vale, lo voy a confesar, yo no utilizaba ninguna de esas técnicas en la piscina, yo era más de decir: "¡Anda! No sé hacer el muerto, ¿me enseñas?" Garantiza igual el contacto físico y cansa mucho menos.

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  5. Pues a mí me sigue encantando hacer el moñas en el agua: aguadillas (yo lo digo así, qué pasa?), carreras, lo que sea.

    Si de ahí se pasa a algo más, eso ya es otro tema (aunque casi nunca me ha pasado y cuando pasó era una cría, que conste). Pero yo lo hago porque es divertido.

    Por cierto, que yo soy de los solitarios con libro.

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  6. Esto no debería estar expuesto a todo el mundo. Podrían robártelo y con unas cuantas oraciones más completar la tesis que les diera paso a cualquier carrera. Todos los méritos del exhaustivo estudio son tuyos. Protégelos!! :D

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  7. Inés, claro, hacer el moñas en el agua es lo mejor aunque no sea una técnica de ligoteo... Pero en la edad del pavo, con la hormonas descontroladas, todo sirve para ligar, ¿no?

    JuanRa, tranquilo, que yo hago como la policía con los asesinos en serie... filtro a la prensa algunas cosas, pero los detalles importantes me los guardo para mí. Mis derechos de autor están a salvo XD

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  8. Yo odio que se me meta agua en la nariz, asi que cuando me hacian una aguadilla (ines,yo tambien lo digo asi) me resistia con uñas y dientes. El chico, que esperaba una resistencia mas bien pasiva, se quedaba alucinado, porque parecia que me fuera la vida en ello, y no sabian muy bien como reaccionar, porque claro, habia dos opciones:
    1.-desistir ante mi salvaje resistencia. Eso de dejarse vencer por una nena queda fatal delante de los demas colegas
    2.- pegarme un par de mamporros contra el borde de la pisci para lograr hundirme. Con esto la tactica de ligue obviamente se va al carajo.

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  9. Goethita, la verdad es que lo de las aguadillas (como vosotras decís) era un arma de doble filo, muchas veces el interfecto se pasaba de gracioso y la cosa acababa en enfado. Lo difícil era mantenerse en el punto medio.

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.